sábado, 17 de octubre de 2020

Mito del perro alfa

Por Luis Óscar Tovar Gamboa

El mito del perro alfa o mito del alfa es la idea de que los grupos de perros tienen una estructura social jerárquica piramidal, en cuya cima se encontraría un individuo dominante que goza de la obediencia, sumisión y respeto del resto de los miembros de la manada. Se cree también que cada can desde su nacimiento posee un deseo intrínseco, casi instintivo, por establecerse en un rango superior a otros individuos, deseo que ha de motivar su conducta -especialmente la agresiva- valiéndose principalmente de la violencia para establecer su supremacía. Esto suele aceptarse como un rasgo de su carácter, y así como sabemos hay perros más nerviosos o tolerantes que otros, habrá también algunos que sean más o menos dominantes.

Ejemplos de esta concepción de “dominancia” podemos ver en todos lados, una consulta en su buscador de preferencia arrojará una variedad de artículos, blogs y videos sobre cómo saber si tu perro es dominante y cómo tú convertirte en su alfa, desde libros o manuales de etología y entrenamiento hasta shows populares en como “El encantador de perros” Cesar Millán de National Geo. El mito del alfa está por todas partes si del argot canino se habla, influenciando métodos de entrenamiento y relaciones dueño–mascota por igual, y sin embargo, parece ser más bien un gran malentendido. Sería equivocado pensar que esta idea ha aparecido sin más de la noche a la mañana, así que comencemos por diseccionar ¿De dónde viene?

El origen y fundamento del mito


A finales de la década de 1940 se realizó un estudio en lobos en cautiverio que analizaba su comportamiento social, la investigación concluyó que los lobos se agrupaban en estructuras linealmente jerárquicas, en los cuales macho y hembra dominantes reforzaban su posición de autoridad por medio del despliegue casi exclusivo de conductas agonísticas y a menudo sangrientas, pues los demás integrantes de la jauría estarían en constante competencia por obtener su posición.

Esquema de dominancia jerárquica según la teoría del alfa dominante. Imagen obtenida de: "Dominance in domestic dogs – useful construct or bad habit?" (Bradshaw, 2009).


Otros investigadores de la época después replicarían con éxito sus resultados, fortaleciendo una concepción que prevalecería por algunos años en la etología, y hasta hoy día en la cultura popular. El mito del perro dominante surge de la suposición de que los perros y los lobos poseen un idéntico sistema de organización gregaria, y que por tanto el esquema lineal de jerarquía donde primarían los rangos, regiría y motivaría el actuar de nuestras mascotas. Esto ha influenciado tanto métodos de entrenamiento completos como el trato que se les da a estos animales en el día a día (Bradshaw, 2009). 

El problema con estas investigaciones es que asumían que dicho comportamiento era el comportamiento natural de la especie, y no una consecuencia de colocar juntos -sin opción de dispersarse- a varios lobos no relacionados entre sí, bajo las condiciones deficientes en las que se encontraban los zoológicos de la época. Otro error fue no incluir estudios de lobos en un ambiente silvestre para así poder contrastar los resultados. Trabajos más recientes de etólogos que se han dedicado a la observación de dichos animales en libertad, han demostrado que la organización que siguen es más bien el de jaurías compuestas por una pareja monógama junto con su camada. El mismo autor que acuñó los términos “macho y hembra alfa” ya ha rectificado y establecido en su trabajo: la unidad básica de la organización social de los lobos es la pareja de padres (L. David Mech, 2003). 


Perros, pero no lobos 


El comportamiento de una especie doméstica puede entenderse como resultado de dos factores importantes: la conducta de sus antecesores salvajes y los cambios ocasionados por la domesticación (Vilanova, 2009). Sin embargo, esto no significa que podamos extrapolar los comportamientos propios de una especie a otra sin más investigación, menos aun cuando hablamos de conducta social pues, este es posiblemente uno de los aspectos que mayor modificación han sufrido producto de la selección artificial. 

Hay varias diferencias relevantes en el comportamiento social manifestado por perros y lobos. Uno de ellos es el grado de conducta pro social (conductas sociales positivas, fundamentales para iniciar la cooperación) bajo condiciones diversas. Un estudio publicado en 2019 comparó en una prueba controlada –donde mediante una pantalla táctil, decidían si se le otorgaba alimento o no a sus congéneres- la tendencia de individuos de ambas especies a desarrollar conductas prosociales. Los investigadores encontraron que los lobos mostraban un alto grado de cooperación para los miembros de su manada, pues manifiestan una mayor tolerancia a compartir recursos como la comida. Los perros, por otro lado, no mostraron tal comportamiento (Dale R, 2019).

Imagen obtenida de: "Wolves, but not dogs,
are prosocial in a touch screen task" 
(Dale R, 2019).
Otra diferencia radica en la manera de organización social, pues, mientras la pareja de padres es la unidad básica en las jaurías de lobos, en los perros no existe un sentido innato ni de cooperación paternal ni para obtener comida. Incluso, los perros desempeñan con bastante frecuencia comportamientos sexuales que sería inusual ver en las jaurías de lobos, como es el hostigamiento sexual por parte de varios machos hacia una hembra (lo cual en los lobos no sucede debido a su comportamiento monogámico), el apareamiento de una hembra con más de un macho y la prevalencia simultánea de dos o más camadas dentro de una misma jauría, lo cual, en los lobos desembocaría en la mayoría de los casos en infanticidio y la supervivencia de solamente una camada (Bradshaw, 2009). 

Esta disparidad nos permite concluir que, aun si la teoría del alfa fuera correcta, y estuviera soportada por la evidencia obtenida en la observación de las jaurías de lobos, sería un error querer usarla para explicar (o peor aún, para modificar y entrenar) el comportamiento de los perros. 

Dominancia 


La dominancia, contrario a lo escrito arriba, se utiliza para describir relaciones entre dos individuos que intentan acceder a un mismo recurso. Aquel que logra garantizar su acceso a dicho recurso, será llamado dominante, y en los perros, esta dominancia se establece -más que por confrontación física- por medio de un intercambio de señales de advertencia y sumisión. El resultado de estas conductas agonísticas se da como producto de múltiples factores como la memoria de confrontaciones pasadas, cambios hormonales e incluso el valor subjetivo que tiene el recurso en cuestión para cada uno de los contendientes (Bradshaw, 2009). Como podemos ver, la dominancia entonces no es una característica individual del temperamento canino ni es algo que motiva su comportamiento, sino una consecuencia del mismo que depende del contexto. Así, es fácil darse cuenta que las conductas indeseadas en nuestros animales de compañía (desobediencia, vocalizaciones excesivas, tendencia a morder y orinar todo) no son algún intento maligno de convertirnos en sus súbditos elevándose como alfas. 

Esto, por supuesto, no trata de negar la existencia de relaciones jerárquicas y de dominancia en la convivencia social de los animales gregarios, pero sí que estas sean un estímulo que motive el comportamiento, y que exactamente en los perros, sean un constructo teórico útil en la interpretación y modificación del comportamiento.

El caso de César Millán 


César Millán es tal vez el último de muchos entrenadores que han basado gran parte de sus métodos de adiestramiento en esta equivocada y obsoleta teoría. Hasta la década de los 90's el nacimiento -en la práctica- del condicionamiento operante, había hecho que cada vez fuera más extraño el recurrir a los métodos cimentados en la teoría de la dominancia. Sin embargo, en el 2004 el lanzamiento de su programa El encantador de perros trajo consigo una nueva oleada de entrenadores basados en su método y el renacimiento del mito del alfa en la cultura popular. 

Es común la idea de que su método está cimentado total o mayormente en experiencia empírica. Sin embargo, en su programa, conferencias y material de texto redactado por él mismo (Millán, 2013) podemos encontrar múltiples referencias (aparte de a términos típicos de estafas pseudocientíficas como “energías” o “auras”) a la teoría del perro dominante. Él y muchos de sus métodos denotan una fuerte influencia por dicha dinastía de seguidores del mito del alfa, la cual (es cuando menos curioso señalar) tiene sus más remotos antecedentes en métodos de adiestramiento militar usados en la armada británica, que incluían entre sus técnicas, por ejemplo, suprimir la conducta de excavar llenando el hoyo con agua y ahogando al perro en él (Pat Miller, 2019). Evidentemente, Cesar Millán no lleva los correctivos a tales extremos, pero prevalece una inclinación por el castigo y un abierto rechazo al uso de refuerzos positivos –que de hecho parece confundir con los premios- (como es posible ver en este video[1]; “Cesar Millán, Educar a tu perro”, en el minuto 6:10), todo debido a la intención de ver a los perros como lobos y luego de comportarse como él cree que se comporta un alfa para obtener obediencia. 

En alguna ocasión ha expresado[2] que los perros pueden ser más o menos dominantes según el perro con el cual se encuentren, y da unas supuestas “pistas” o comportamientos presuntamente propios de perros sumisos o dominantes. Sin embargo, esto sigue siendo incorrecto, pues no es que “no tengan el mismo grado de dominación” con algunos perros que con otros, es que (como ya se explicó) la dominancia es un adjetivo dado a las relaciones –no a los perros- y es consecuencia del contexto, varía según diversos factores y el recurso en cuestión.

Conclusión 


La idea que “dominante” es un adjetivo que se puede aplicar al temperamento de un perro, y que es una característica individual, nace del mito de que existe una intención innata de colocarse en la cima de una jerarquía. Existen enfoques alternativos y más funcionales que nos permiten explicar de mejor manera tanto la agresividad como la misma existencia de relaciones jerárquicas (Bradshaw, 2009). Ya la Asociación Veterinaria Americana de Comportamiento Animal (AVSAB por sus siglas en inglés) ha publicado su posicionamiento[3] recalcando su preocupación por el reciente resurgimiento y aplicación de esta teoría en la modificación de la conducta, donde entre otras cosas recomienda a los médicos veterinarios a no referir a sus clientes con aquellos entrenadores que aún se ciñen a estos métodos, haciendo énfasis en que el adiestramiento animal debe basarse en pautas de trabajo respaldadas por conocimientos científicos, como es el caso del acondicionamiento operante (Vilanova, 2009). Por su parte, el Grupo de Especialidad de Etología Canina de AVEPA (Asociación de Veterinarios Españoles Especializados en Pequeños Animales) también se posicionó[4] desmintiendo el mito de la dominancia, reiterando que, tanto la teoría del alfa como los métodos de adiestramiento que de ella se derivan, carecen de evidencia científica y deben ser abandonados por el bienestar de los perros.

Entrada revisada por Juan Francisco Ortiz Moreno.

*Artículo  publicado originalmente en la revista Naukas el día 23 de  junio de 2020, actualizado y adaptado por su autor para el formato de la enciclopedia el día 14 de Octubre de 2020.

Véase también: Conductismo; Curanderismo animal.

Fuentes


* Bradshaw, B. a. (2009). "Dominance in domestic dogs – useful construct or bad habit?" Journal of Veterinary Behavior, 135-144.

* Dale R, P.-J. S.-P. (2019). "Wolves, but not dogs, are prosocial in a touch screen task", PLoS ONE.

* Infobae. (25 de septiembre de 2015). "Perro dominante o sumiso: Como reconocerlo.

* David Mech, L. B. (2003). Wolves: Behavior, ecology and conservation. Chicago: University of Chicago Press.

* Pat Miller, C.-K. C.-K. "Debunking the “Alpha Dog” Theory",  Whole dog journal


* Vilanova, X. M. (2009). Etologia Veterinaria 1a edicion. Barcelona: Multimedica.



Otras referencias

*  "The dominance controversy", por Sophia Yin

* "Down with dominance", por Patricia McConnell: 


* "¿Existe el macho alfa?", por Juan Luis de Castellví, en etologiacanina


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